En «Las Tres Gracias», Rubens exalta a estas deidades menores, específicamente Aglaya, Eufrósine y Talía (Belleza, Júbilo y Abundancia), mediante una representación donde la gracia y el movimiento cobran vida. Las diosas evocan una danza sutil, en un escenario bañado por la luz solar que se filtra a través de árboles, creando sombras que desafían el realismo en pos del efecto dramático.
La obra se enriquece con la figura de un niño, probablemente Cupido, quien desde una fuente simboliza la bendición y la abundancia.
Es una pintura profundamente personal, incluyendo una la posible representación de su segunda esposa, Helena Fourment, como una de las Gracias. La obra, imbuida en el simbolismo de amor, fertilidad, y generosidad, refleja una visión idílica y agradecida de la vida.