Se trata de una de las pinturas de Cristo crucificado más nobles de la historia. Esta pintura está reconocida como obra maestra de la anatomía masculina y ha sido inspiración de obras literarias y pictóricas.
La composición entera nos trae una brisa del salmo 45, verso número 3, que reza:
Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, la gracia está derramada en tus labios. Por eso Dios te bendijo para siempre.
La obra muestra el cuerpo desnudo de Jesús ya muerto, evidenciado por la inclinación de la cabeza, la tensión de los brazos, la palidez de la piel y, sobre todo, por la herida en su costado, infligida después de su muerte. La postura es notablemente delicada; el cuerpo, modelado con las proporciones más estéticas de la época, y el detalle de los cuatro clavos son elementos aprendidos de su suegro y mentor, Francisco Pacheco, un erudito de esos años en el tema de la crucifixión.