Este cuadro forma parte de la clásica serie donde el pintor retrató los más variados personajes en situaciones cotidianas, siempre en torno a la costa valenciana.
Una niña vestida de rosa entrando en la playa, bajo la atenta mirada de su cuidadora, quien lleva a un bebé en brazos.
Sorolla tenía una especial predilección por pintar niños, y una facilidad y maestría asombrosa a la hora de representar reflejos del arena mojada, ropajes mezclados con sombras y rayos solares. Esta es una de las obras donde más elementos que el pintor manejaba a su antojo se combinan.