Érase una vez un pequeño grupo de jefes tribales, congregados en secreto por el famoso Julio Civilis, también conocido como Claudius Civilis, en un bosque sagrado en medio del delta del Rin para luchar contra el imperio que los oprimía y que muchas veces pedía como tributo a sus jóvenes para usarlos a placer.
Julio Civilis, noble bátavo, lideró la Revuelta Bátava contra Roma entre el 69 y el 70 d.C., tras ser encarcelado y su hermano asesinado por los romanos. Aprovechando el descontento tribal y la debilidad de Roma, incitó a una rebelión germánica. Civilis se convirtió en el símbolo de la resistencia.
Su epopeya fue inmortalizada por Rembrandt, quien capturó el juramento solemne con una técnica magistral de claroscuros, reflejando la tensión y el dramatismo de aquel momento histórico. Con una proyección de luces que va desde el blanco hasta el rojo, bañó toda la escena de amarillo que explicita, en una fusión magistral de las espadas y juramentados, la unión de los congregados.