Esta obra describe un momento en la mitología griega donde Faetón ruega a su padre, Apolo, que le permita conducir los carros de fuego. Cuando Apolo después de muchas reticencias aceptó entregar las riendas de los carros a su hijo, se confirmó uno de sus más grandes temores, que Faetón no tenía el temple y fortaleza necesarios para mantener el rumbo de los carros, lo cual desató el caos en el clima de la tierra, mientras unos lugares se congelaban, otros ardían.
A los comienzos de su carrera, Rubens ya era un conocedor y amante de los ideales filosóficos clásicos, en sus viajes a las principales ciudades italianas a principios del año 1600, ahondó más en sus conocimientos del mundo antiguo, en la pintura renacentista y en los autores más cercanos al modelo clásico, entre ellos, Rafael, Da Vinci y Miguel Ángel. Lo que se hace patente en la estética, el movimiento y dramatismo de este cuadro.