En la mitología griega, Kairós era el Dios del momento oportuno, ese instante de la vida al que había que agarrarse para no dejarlo escapar . Para Eurípides, significaba la luz al final del camino, el resplandor que iluminaba un trayecto muchas veces oscuro y sin un final preciso. Algo similar a lo que sucede en la teología cristiana. Para los seguidores de Jesucristo, el Kairós es «el tiempo de Dios», ese momento propicio para la conversión.
En esta obra, pues, seguir la luz que se encuentra al final del bosque se convierte en una opción arriesgada. El espectador no sabe lo que le espera, pero tiene claro que está viviendo su propio Kairós. Atravesar el bosque, o no, es tan solo su decisión