La naturaleza es siempre reflejo de nosotros mismos; así sus procesos, son grandes ventanas a las que asomarnos, para hallar un horizonte metafísico. “Un curso a la orilla”, presenta la rivera de un río teñida por la evolución de los colores estacionales, a modo de una bucólica alegoría cromática del paso del tiempo, que sigue y seguirá su cauce, de un modo imparable y omnipotente.
Como el río de la imagen, la vida no cesa de fluir. Este lienzo nos regala una visión relajada, reflexiva y sintética de la acción de nuestro reloj vital, encarnada en la naturaleza, que hace consciente al ser humano del devenir de las estaciones.