Este cuadro muestra una tarde (casi noche) veraniega en la ciudad vasca donde los habitantes se reúnen para contemplar el majestuoso espectáculo natural. El cielo nuboso y de tormenta, hacen al artista seleccionar de su paleta, una gama de tonos cercanos al verde y el gris.
Sorolla demuestra un visión fuera de lo común, capturando los más leves detalles y matices, para que la pintura muestre, no sólo la imagen, sino toda la atmósfera del momento.