A punto de llegar a los cincuenta años, René Magritte había acumulado mucha experiencia y formación académica pictórica.
Este desnudo femenino es un retrato de su propia esposa Georgette Berger y fue realizado siguiendo la proporción áurea de la belleza clásica, lo que le confiere un aspecto de escultura perfecta y una belleza incuestionable.
La coloración azul celeste viene a confirmar el carácter creativo y surrealista de la tela: una mujer que se funde con el cielo, pero con una mano en una piedra, lo cual simboliza su pertenencia a la tierra.